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Inmaculada Martinez

Con Cecilia aprendí que mi memoria había sido impecablemente brillante con los recuerdos desagradables, y bastante indolente con los placenteros.

Ella, en poco rato, me llevó a momentos dulces de mi niñez, y les dio significado y valor. Supe que todas tenemos momentos agradables aunque sean más o menos efímeros, y a nuestro ego le cuesta reconocerlos.

Su técnica capacita para centrarse en las sensaciones corporales, a partir de un recuerdo vivido. No importa si es una vivencia trascendente o testimonial porque el elemento clave es la sensación corporal recordada, y no la vivencia en sí.

Volver a sentir el viento en la cara mientras pedaleas en la bicicleta de tu infancia, volver a inspirar la libertad que te aporta la velocidad del único vehículo que puedes manejar con diez años, volver a oler el aroma del pueblo en el que veraneas (tan distinto al de la ruidosa ciudad donde resides), volver a notar la fuerza con la que agarras el manillar porque sólo de ti depende mantener el equilibrio, son algunos anclajes que el trabajo de Cecilia me aportó, a partir de una vivencia mía tan real como olvidada.

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